19 julio 2018

Nefando


Con sus aciertos y sus desaciertos ¿quién puede negar que teniendo al frente lo más preciado no lo ha codiciado para siempre? La vanidad nos corrompe. Creemos que todo es nuestro, que nos pertenece. No nos importa el resto: No nos corresponde. Sin embargo, cuando caemos ya no están.
¿Quien no se ha sobrepasado alguna vez en algún momento queriendo que todo sea cómo se desea? Los cuerpos, las inermes mentes. El espacio infinito. Aferrase a un beso que puede ser para cualquiera. Creemos que es nuestro, que nos da aliento, que nos da vida. Pero sólo son sueños perdidos.
¿Qué queda? Dejar en el olvido todo aquello que nos hizo bien alguna vez. Nuestra soberbia. Limitarnos al abismo que nos ayude a salir del profundo muermo. Que no renazcan.
¿Tengo que hacerme cargo de muertos pueriles? ¿tengo que pensar en lo que no quiero pensar? A la mierda todo. Deshacerse. Retrotraerse. Retorcerse en la infundada perseverancia de tu verdad.

Simplemente la vida no es dulce, no es paz. La vida es miseria. La vida es dolor. Por eso se debe apreciar. Sabiendo el cómo, esta no se perderá jamás. Siempre se estará riendo, llorando o soñando . Creeremos que nuestros delirios son solamente delirios. Pero cuando perdemos la concentración se nos cae el telón y nos volvemos a la vida misma.
Dicen que la vida sucede mientras caminamos. La vida se nos va . Unos saben explotarla. Benditos sean. Otros la sufren o simplemente no les interesa. Pero la vida no es dulce. No es fácil. No es tranquilidad. No es paz. No es amor. Es amarga y triste.
Nuestro poder es nuestra voluntad. Nuestro poder es saber que todo aquello se puede convertir. Y esa es la vida falsa y placentera: fundir nuestros pies en lagunas cordilleranas. Desencasar bajo el sol del norte. Chapotear en la lluvia del sur.
La vida no es como se ve. Es una herida grande y sucia

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