Al final del casual encuentro
He
comprendido
Que
podré matar sin misericordia
una
pasividad avergonzante
que
agoniza lastimada.
Noche.
Lluvia. Un conductor borracho siente un estruendo sobre el techo de
su bólido y se detiene para inspeccionar. Ve el cuerpo impactado de la
persona que atropelló. Infortunada situación. Se quita el agua que
corre por sus ojos para advertir la proximidad de algún vehículo.
Mueve el cuerpo, lo coge y lo lanza fuera del camino. Mañana verá
cómo solucionar el problema. Está noche sólo le apura secarse y
dormir.
Un
hombre que caminaba por esa curva es testigo del crimen y queda
impávido, quieto, sin poder reaccionar. La lluvia furibunda y la
tiniebla nocturna ocultan su presencia. Pero la consternación del
hombre se debe a que reconoce al muerto. Él es testigo de su propia
muerte.
Su
familia no encontrará justicia.
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