Con sus aciertos y
sus desaciertos ¿quién puede negar que teniendo al frente lo más
preciado no lo ha codiciado para siempre? La vanidad nos corrompe.
Creemos que todo es nuestro, que nos pertenece. No nos importa el
resto: No nos corresponde. Sin embargo, cuando caemos ya no están.
¿Quien no se ha
sobrepasado alguna vez en algún momento queriendo que todo sea cómo
se desea? Los cuerpos, las inermes mentes. El espacio infinito.
Aferrase a un beso que puede ser para cualquiera. Creemos que es
nuestro, que nos da aliento, que nos da vida. Pero sólo son sueños
perdidos.
¿Qué queda? Dejar
en el olvido todo aquello que nos hizo bien alguna vez. Nuestra
soberbia. Limitarnos al abismo que nos ayude a salir del profundo
muermo. Que no renazcan.
¿Tengo que hacerme
cargo de muertos pueriles? ¿tengo que pensar en lo que no quiero
pensar? A la mierda todo. Deshacerse. Retrotraerse. Retorcerse en la
infundada perseverancia de tu verdad.
Simplemente la vida
no es dulce, no es paz. La vida es miseria. La vida es dolor. Por eso
se debe apreciar. Sabiendo el cómo, esta no se perderá jamás. Siempre se
estará riendo, llorando o soñando . Creeremos que nuestros delirios
son solamente delirios. Pero cuando perdemos la concentración se nos
cae el telón y nos volvemos a la vida misma.
Dicen que la vida
sucede mientras caminamos. La vida se nos va . Unos saben explotarla.
Benditos sean. Otros la sufren o simplemente no les interesa. Pero la
vida no es dulce. No es fácil. No es tranquilidad. No es paz. No es
amor. Es amarga y triste.
Nuestro poder es
nuestra voluntad. Nuestro poder es saber que todo aquello se puede
convertir. Y esa es la vida falsa y placentera: fundir nuestros pies
en lagunas cordilleranas. Desencasar bajo el sol del norte. Chapotear
en la lluvia del sur.
La vida no es como
se ve. Es una herida grande y sucia