Que el peso de tu
cuerpo sobre el mío no se vuelva vacío, que nuestro sudor refresque
la unión de la carne, las noches que ebrio de tus ganas sentía
florecer una y otra vez el amor (que cuándo comprendí el
sentimiento sólo brotó en ese momento, quizá, inoportuno.) Tu
aroma es memoria, ese arrebato de hembra tempestuosa que alimentó mi
excitación, incitándome a ser sólo uno junto a ti, deseando que
no termine. La boca que me enseño suavidad gimió a mi oído.
Vaivenes sincopados, tiernos, amantes, prevalecen vivos en los deseos
por ti, cariño mío. Tu piel fundida a la mía, tus gestos, tus
resoplidos, tu voz débil sobre el silencio, tu naturaleza sinuosa e incitante, todo perdura inalterable
en mi retina (que te busca y no te encuentra. Desdicha). Y el
disfrute de tus orgasmos alimentaron la concupiscencia que anhelaba
eternidad y que fue nuestra cuánto quisimos. Eres la mujer que me
insufló la energía que no conocía, senda en la que no me espanta
el peligro y lo ansío con agitación y ternura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario