14 octubre 2018


Que el peso de tu cuerpo sobre el mío no se vuelva vacío, que nuestro sudor refresque la unión de la carne, las noches que ebrio de tus ganas sentía florecer una y otra vez el amor (que cuándo comprendí el sentimiento sólo brotó en ese momento, quizá, inoportuno.) Tu aroma es memoria, ese arrebato de hembra tempestuosa que alimentó mi excitación, incitándome a ser sólo uno junto a ti, deseando que no termine. La boca que me enseño suavidad gimió a mi oído. Vaivenes sincopados, tiernos, amantes, prevalecen vivos en los deseos por ti, cariño mío. Tu piel fundida a la mía, tus gestos, tus resoplidos, tu voz débil sobre el silencio, tu naturaleza sinuosa e incitante, todo perdura inalterable en mi retina (que te busca y no te encuentra. Desdicha). Y el disfrute de tus orgasmos alimentaron la concupiscencia que anhelaba eternidad y que fue nuestra cuánto quisimos. Eres la mujer que me insufló la energía que no conocía, senda en la que no me espanta el peligro y lo ansío con agitación y ternura.

No hay comentarios:

Licencia Creative Commons
Este obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Chile.