El solitario
disfruta de los momentos propios. Divagar, soñar, pensar, dolce far
niente, crear, suspirar. El solitario necesita el silencio, la
templanza, el gozo, el estertor. El solitario no es extraño, no
detesta la sociedad. El solitario es un mundo inmenso, con más luz
que sombra. Mira y oye, un perfecto amigo. Pero no quiere decir que
anhele la soledad, que busque el vacío en la existencia, que no
desee compartir el futuro. La soledad es muerte para todo ser, aún
para los eremitas casi santos.
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