15 junio 2009

Extracto ILLAPA.

Se quedó largo tiempo sentada bajo el árbol, que impedía a Ilapan ver a simple vista a Gerian brillando en el cielo a causa del espeso follaje, mas no le importaba ser testigo de aquella presencia, pues su pena le cubría los ojos ante toda la belleza del planeta. Luego se hicieron presentes Stinkal y Mira, quienes parecían majestuosos en la oscuridad que imperaba sobre Illapa. Ambos se acercaron a Ilapan, quien no se inmutó por la presencia de los padres creadores. Pero Stinkal, a pesar de mantener contacto fluido con la pareja divina guardaba estoica distancia, porque Mira seguía siendo el legítimo esposo de la madre tierra, alejándose el padre cielo por más que quisiera abrazarla cuando la veía.
— ¿Te das cuenta de los que acabas de hacer?—preguntó Mira.
—-Si, lo sé. Me deje llevar por la ira y condené a mis hijos. Pero nada puedo hacer por revertir mis palabras, pues lo que hice ya esta hecho. No hay vuelta atrás.
—Nacerán para morir, triste fin que les deparaste-dice Mira algo confuso— ¿Crees que exista alguna forma de solucionar este hecho?
—Ya nadie puede dar pie atrás a la condena de Ilapan, quien no quiso actuar de esta forma—saltó Stinkal, sintiendo que Mira atacaba a su amada—. Todos amamos a las especies del planeta, en especial a los Jumanuh quienes fueron tristemente condenados, pero por culpa de sus acciones. Sin embargo ninguno quiere algún mal para ellos, por lo que debemos decidir que acciones tomaremos.
— ¿Ves alguna forma de remediar esta pena? Se que Ilapan no actuó de mala fe y quizás es lo mejor que pudo haber hecho, pues sin duda poseen un poder que no creamos: el de quitar vida. Son dueños de elegir a voluntad sus acciones, lo que acarrearía quizás más crímenes como del que fuimos testigos.
—No podemos culpar a todos de las malas acciones de unos pocos­­­—dijo Ilapan—. La mayoría merece la pena de vivir. Por eso he decidido, como ya no puedo quitarles la muerte, extender largamente sus vidas. Sin duda esto no será un beneficio, pues estarán obligados a presenciar muchos mas cambios del que estaban dispuestos a enfrentar. Mismo fin correrán todos mis hijos— y con estas palabras el interior de Stinkal y Mira sollozó, pues amaban a todos los seres de Illapa, pero la palabra de Ilapan estaba dicha.
—Bien has dicho, querida esposa mía. Pero yo debo agregar algo: una de las especies de tus hijos se convertirá en superior sobre Illapa, así como los Mat’eyras son del mar y los Loitilos son del Cielo. ¿Quien de ellos será? No es mi derecho decidir por ello—y estas mismas palabras dichas por Mira cobrarían fuerza en el futuro.
—Apoyo lo dicho por Mira. Aunque yo agregaré que deben ganarse ese derecho, pues deberán tener la capacidad de poder lograr esta meta sabiamente, donde ninguno de nosotros ayudará a que esto se logre— y concluido el encuentro, los Lenatedoruh esparcieron sobre el planeta estos dones.

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