19 marzo 2008

Otro reporte anunciado por la radio: la gran nevada, destruye todo lo que se atraviesa a su paso. No me había percatado, creí que la nieve que se precipita sobre la tierra, era solo una invención de mi atormentada percepción. Jamás imagine, genios informados, que lo que a causado tanto estrago a nuestro alrededor, sea una brisa que corre por el rostro inmaculado de la perra virgen.
Confinado al hogar ancestral, la frialdad de la madre tierra es tolerable. Ella esta enojado con nosotros, y no la culpo, es mas, recibo sus castigo con modestia. Si algo sucede, si la avalancha es inminente, no moveré ni un pie de aquí, y no es orgullo, es vergüenza. Vergüenza a despotricar y no prestar ayuda a quien la necesita, dejando morir a los famélicos engendros que se aproximan a mi puerta. Vergüenza por que yo fui uno de los culpables de la situación actual, de la violencia con que responde nuestra madre. Le dejé de lado, le olvidé. Me dejé llevar por mis ambiciones, no comprendí el daño que le hacia, que laceraba con mi arrogancia sendos espacios sobre su relieve maltrecho.
No opongo resistencia al “frío”, le abro las ventanas, las puertas. Apago mi chimenea, le dejo entra a mi mansión y le recibo con un vaso de esconces en las rocas. Charlamos unas horas, nos reímos de varias cosas que sucedieron, cosas que provocaron el deceso actual, pero que el día de hoy nos provocan nauseas de tantos reírnos, nada podemos hacer para detener lo que ya esta hecho.
Me invita a salir para que me despida de lo mío, miro al “frío” fijamente, y me parece reconocer en su rostro el mío: el de la muerte. Hago como que no me doy cuenta, y voy tras ella/él. Afuera el cuerpo se me contrae al instante, pero estoy en compañía poderosa y mágica, así que por ahora no me desplomo, sigo adelante. No logro ver nada hacia delante, una pantalla infinita, que no atraviesa puntos ni curvas, se despliega a sus anchas. No vislumbro el blanco de la nieve, sino que un gris azulado, y a veces con pinceladas indecentes de toques verdes, sospecha de cadáveres por aparecer. El viento cambia su trayectoria inconstantemente, su ritmo es pasajero, gira y gira, provocando que la nieve desgarre mi piel y ya me ha arrancado mis genitales y oídos, dolor horroroso.
La industria esta al final, aun esta intacta, se conserva en pie. El corazón negro que engendré aún abriga, lo siento en el cuerpo, las punzadas de calor extremo me exigen flaquear, pero debo extender mi viaje, entregarme al destino, a efectuar lo que he hilvanado. Tras de mí voy dejando "cuentos" de muertos y a personas que claman mi ayuda, no me ven como el culpable, quizás no me reconocen, siento pena por ellos. Saldrá muy caro el entierro a sus familiares.
Adelanto con un padecimiento satánico en mi pecho. Este quiere salir por mi garganta, revertirme el interior. Resisto el dolor, no me detengo. Al aproximarme mas a la industria, me voy evaporando, mi corazón estaba frío, mi alma congelada, pero, me han perdonado, me voy deshaciendo para unirme con el curso de la supervivencia, el ciclo circular, el ciclo sempiterno. Falta poco para el clímax, puedo resistir algo más, pero ya soy prácticamente nada. El frío insensible se aleja de mi, queda a mi espalda, alcanzo la lucidez… el cantar…espasmos en…ciclo cont…

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