13 marzo 2008

Árbol Blanco.

La escarcha cubre toda la planicie que me sostiene esta noche. Solo sobrevive, en esta loma de gran altura, una marchita higuera, dama errante en este paraje tan solitario. Le pido permiso para recostarme bajo sus ramas crepitantes y cansinas. El viento mece de forma grácil su cuerpo tenue y me concede la petición para entregarme su amor colosal y pronto a morir, después de tanto tiempo sin poder dárselo a quien lo merece.
Al anochecer, cuando las temperaturas descienden de una forma poca bondadosa, la calidez de mi guardiana me procuró un asentamiento libre de Ángeles y demonios. Los fantasmas, que me asecharon toda la noche, se conservaron en la distancia, y no se atrevieron a cruzar el umbral que me rodeaba.
Esa misma noche, tuve un sueño. No un sueño extraño, no de difícil relato. Era algo que era, no se necesita mas rodeo para explicarlo a un oyente pordiosero. Solo es el momento que me hizo comprender aquel temor que tanto me persiguió, pero que, sin embargo, ese miedo se pudo transformar en el más grandioso bienestar experimentado por mis emociones. En el sueño le vi a ella, la de siempre, vestida de blanco, llorando ante sus fieles súbditos, que le vieron secar por dentro. Estaba sentada sobre una gran roca, enclavada eternamente, esperando mí regreso al lecho, a su amor infinito e invariable que el tiempo maldito le arrebató una vez de su lado, pero, que las múltiples peripecias del destino, le hizo regresar. Le reconocí de inmediato, era ella, la de siempre, la que controla lo que yo no quiero, pero que no me subleva el ánimo que así sea, soy suyo en cuerpo y alma. El pasar de los años no lograran vencer eso, nacimos el uno para el otro, no se necesita mas que eso.
El árbol pálido que me recibió, aquel árbol marchito, floreció en ese instante, en el momento en que nuestros cuerpos se unieron y formamos el único ser, recreamos a dios/diosa, día/noche, vida/muerte, la dualidad que rige nuestras vidas, el ying/yang. No quise que el momento se acabara nunca, y ella también lo pretendía así, un amor como el nuestro, que a trascendió la barrera del tiempo, que a reescrito la historia, no caerá tan fácil, aunque muchos intenten derrotarlo, aunque nos quieran ver caer, eso jamás sucederá.
Esa noche, decidí permanecer para siempre con ella. Mi muerte significa vida y permanencia. Somos eternos, indisolubles. Este amor nadie lo matara, no es presa fácil, pero tu lo conseguiste. Esta noche somos uno.

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