-¡Siéntate a mi
lado!-me dice y su voz acaricia mi piel- ¡Siéntate a mi lado!- y me
mira de tal manera que de sus imponentes ojos cafés atesoro una
epifanía dónde percibo la felicidad. Ella esta noche huele a
hortensias y su aroma me seduce, su belleza impetuosa me ruboriza, su
estampa sutil me domina. Su esplendor es demasiado real y no mi
delirio.
-¡Siéntate a mi
lado!- dicen sus venerados labios invitándome a ser parte de su
visión del mundo y yo quiero emborracharme con su perspicaz
conocimiento. Esta noche dimos un salto hacia adelante, tomamos la
carretera y no importa el final. Las palabras son voraces, intensas
¡El amor es perpetuidad!
-¡Siéntate a mi
lado!- una vez me dijo y eso jamás se olvidará. Nuestras voces
embriagadas se apagaron, su cuerpo junto al mío ya nunca más será.
Su mirada se ha ido, ya no existe serenidad. Esta noche ella es un
fulgor que me redime en mis tinieblas, un amor perdido en la
infinidad.
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