La
nostalgia me invade esta noche solitaria. Esbozo argumentos para
escribir, sin embrago el papel permanece vacío. Se diluyen mis ideas por culpa de una borrachera impasible. Sólo la música de Dvořák
agita su superficie nívea y en su continuo palpitar, apareces como una visión: -¡Tamara, soy
yo!- te digo y tú presencia alienta a mi alma noctambula. Eres la razón, no
puedo evitar amarte, cariño. En la perpetua abstracción das
tranquilidad a este necio intratable.
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